domingo, 25 de enero de 2009

JÓVENES ADICTOS AL BISTURÍ

EL AUGE DE LA CIRUGÍA ESTÉTICA EN ADOLESCENTES PREOCUPA, YA QUE PUEDE PROVOCAR TARAS FÍSICAS Y PSÍQUICAS. POR ELLO, SE PIDE UNA LEY ESPECÍFICA
La prensa, el cine y la televisión nos bonbardean día a día con hombres y mujeres de cuerpos perfectos, un ideal de belleza que hace mella en los adolescentes de forma intensiva. Esta situación lleva a que cada vez con más frecuencia, los jovenes encuentren una vía de escape a sus problemas y complejos reales o ficticios a través del bisturí. El incremento de solicitudes por parte de los menores de edad para ser intervenidos en operaciones de cirugía estética ha despertado la voz de alarma. Aunque no hay indicadores precisos, se ha estimado que de las casi 400.000 operaciones que se realizan en España anualmente, el 10 por ciento de las solicitudes vienen de la boca de los adolescentes. No todas las asociaciones médicas confirman esta cifra, sin embargo, si están de acuerdo en el que el fenómeno es creciente. Lo cierto es que el auge de la cirugía estética en nuestro país se encuentra al alza, convirtiéndonos en el primer país de Europa en la práctiva de estas intervenciones y en el cuarto del mundo, ejercicio que genera en torno a unos 1.400 millones de euros anuales. La operación de aumento de pecho y la liposupción en las chicas, y la rinoplástia y la corrección de las “orejas de soplillo” en los varones, son las más demandadas entre los adolescentes. Esta popularización de la cirugía puede llegar a frivolizar los posibles riesgos de unas intervenciones que en ocasiones acarrean consecuencias negativas, sobretodo si se realizan antes de finalizar el proceso de desarrollo físico de los jóvenes. De esta manera, el doctor Javier de Juan, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SECPRE), afirma que la operación de aumento de mamas cuando éstas no están completamente desarrolladas puede llevar a atrofiar la glándula mamaria debido a la introducción de una prótesis relativamente dura que oprime la mama. Esta práctica puede conllevar, por tanto, “un defecto del desarrollo para toda la vida, además de una compresión de la pared torácica que también puede menoscabar el crecimiento de las costillas”. La rinoplástia, otra de las operaciones más demandadas por los adolescentes, puede provocar “un déficit en el desarrollo oseo de la nariz, así como posibles desviaciones en el futuro”. No hay más que apreciar el caso del joven de 17 años M.S.S. de Viladecans (Barcelona) que “acomplejado por la forma aguileña de su nariz, acudió a una prestigiosa clínica especializada en tratamientos de cirugía estética, donde se le practicó una rinoplástia en el año 2005, y posteriormente fue reintervenido de lo mismo en el 2006 y 2007. El resultado final por el momento es que presenta una severa limitación respiratoria vía nasal”. La Coordinadora de Usuarios de la Sanidad le aconsejó ponerlo en manos de un letrado y actualmente está en estudio. Sin embargo, Carme Sabater, directora de esta entidad, lamenta que en la mayoría de los casos “la demanda no prospera por el alto coste económico que de entrada supone iniciar un proceso judicial”.
Pero no sólo existen las secuelas físicas. A éstas hay que añadir las ocasionales consecuencias psicológicas. En opinión del Catedrático en Psicología, Enrique García, antes de llevar a cabo una operación de estas características es necesario tener en cuenta la madurez anímica del paciente, ya que en muchas ocasiones nos encontramos con trastornos dismórficos. Se trata de jóvenes con un alto nivel de intolerancia al defecto y una gran preocupación por la estética. “Cuando estos recurren a la solución física, tratándose de un problema psicológico, van a seguir viéndose feos tras pasar por el quirófano, con lo que el problema en vez de desaparecer, aumenta”. La no aceptación al cambio físico tras la operación es una cara de la moneda, que también puede derivar en todo lo contrario: la idea de creer que a través de la cirugía todos los problemas desaparecen. Los jóvenes llegan a engancharse a la cirugía estética, ya que “cuando una operación sale bien, suelen querer repetir, pidiendo al año siguiente otra, y luego otra”, señala Carmen Flores, presidenta del Defensor del Paciente. La peligrosidad de esta práctica en un sector de población tan joven ha sembrado la voz de alarma entre diferentes colectivos que exigen regulación. La mayoría de los profesionales coinciden en que los menores no deben ser operados salvo en casos de deformaciones por accidentes o defectos que pueden afectar gravemente la salud psicológica del menor. En este sentido, el doctor Victor García, Presidente de la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC) señala dos casos en los que la cirugía sería viable, como es la otoplastia –corrección de las orejas prominentes- y la ginecomástia –reducción del tamaño excesivo de los pechos-. El resto de intervenciones no están indicadas para ser tratadas antes de los 18 años.
Actualmente no existe una normativa específica para las intervenciones de cirugía estética en menores de edad. Sí se deduce del estado de minoría de edad que el joven precisa siempre del consentimiento de padres y tutores para emitir un juicio válido sobre las actuaciones que realice, incluso en el caso de intervenciones médicas y quirúrgicas. Sin enbargo, la Ley de Autonomía del Paciente de noviembre de 2002 explicita que “cuando se trate de menores no incapaces ni incapacitados, pero emancipados o con 16 años cumplidos, no cabe prestar el consentimiento por representación. Sin embargo, en actuación de grave riesgo, según el criterio del facultativo, los padres serán informados y su opinión será tenida en cuenta para la toma de decidión correspondiente”. Los profesionales no se ponen de acuerdo a la hora de concluir si esta norma afecta o no a la cirugía estética, aunque sí afirman que los criterios éticos del colectivo les impiden intervenir a jóvenes menores de edad. A tal respecto, Javier de Juan señala que en la SECPRE cuentan con un Comité Deontológico integrado por profesionales del sector. Asímismo, cada médico “sabiendo las complicaciones y riesgos de cada operación, debe actuar de acuerdo a unos criterios éticos para decidir cuándo se debe operar y cuándo no”. No obstante, el interrogante en el que se deja la ley, abre la veda a posibles interventores no tan profesionales. Nos encontramos en un país donde, de los 6.000 médicos que se dedican a esta actividad, sólo el 10 por ciento son cirujanos pásticos titulados. En opinión de la Coordinadora de Usuarios de la Sanidad, se trata de una profesión con un alto grado de intrusismo, ya que al terminar la carrera “muchos comienzan a operar habiéndo realizado únicamente algún curso o master, en vez de la especialización, que es la que marca la diferencia”. Algunos profesionales, como el doctor Victor García, consideran que para paliar esta situación es necesario informar a los pacientes sobre los centros a los que acuden y sobre las complicaciones de cada operación, así como realizar las pertinentes inspecciones para cerrar las clínicas no autorizadas. No onstante, existen colectivos que no consideran suficiente esta medida y luchan por la regulación. El Defensor del Paciente lleva cinco años solicitando una normativa al Ministerio de Sanidad y Consumo. En opinión de su presidenta, Carmen Flores, esta práctica debería prohibirse, ya que hay una “absoluta falta de protección”. Los jóvenes “cogen de rehenes a sus padres, a los que prometen sacar buenas notas, o a los que piden por regalo de reyes un aumento de pecho. Con la prohibición, esto no pasaría” añade Flores. Esta demanda no han sido respondidas por el Ministerio, que señala que para llevar a cabo una ley habría que traladar el asunto hasta el Parlamento, y que se desvincula del área, aduciendo que la cirugía estética se encuentra excluída del catálogo de prestaciones sanitarias del Sistema Nacional de Salud ya que no son necesarias para preservar la salud del paciente, salvo en caso de medicina reparadora por accidente o deformación. Así, el debate queda abierto y los menores desprotegidos. Esperando una futura regulación, los profesionales solo pueden recomendar información. Javier de Juan hace hincapié en que este tipo de cirugía es una intervención quirurgica más con los mismos riesgos y complicaciones que cualquier otra. “ A nosotros sólo nos queda aportar divulgacion de nuestra calidad y excelencia frente a clínicas ilegales o irregulares”, de forma que el paciente “se dirija a un cirujano plástico cualificado, que se informe de quién es, de qué titulaciones tiene, y que se trate de clínicas con garantías”.

CUÁNDO Y CÓMO: QUÉ SE OPERAN LOS JÓVENES

6.000 euros es la cifra aproximada de un aumento de mamas, la “intervención estrella” entre adolescentes, llevándose el 50 % de las solicitudes. No se debe realizar al menos hasta los 18 años.
3.000 euros es el precio más bajo de una liposupción, que puede llegar hasta los 6.000 dependiendo de si se realiza en muslos, pantorrillas o abdomen. Es la segunda operación más solicitada. Tampoco se recomienda su práctica antes de la mayoría de edad.
5.000 euros cuesta aproximadamente una rinoplástia, otra de las operaciones que lideran el ranking de intervenciones quirúrgicas entre jóvenes. No se debe realizar hasta que la nariz alcanza el tamaño adulto, alrededor de los 16 años en las niñas y más tarde en los niños.

ANDALUCÍA: PIONERA EN NORMATIVA

Con el fin de proteger la salud de los menores que se someten a intervenciones de cirugía estética, la Junta de Andalucía está elaborando un decreto que exige la realización previa de un examen psicológico que permitirá determinar el grado de madurez y descartar desórdenes que contraindiquen la intervención, especialmente relacionados con trastornos de la imagen corporal. El examen deberá realizarse por un profesional ajeno al centro o servicio sanitario que vaya a realizar la intervención y será tenido en cuenta por el cirujano. Además, estos jóvenes tendrán que recibir toda la información sobre el acto quirúrgico, los resultados que se esperan, y las posibles consecuencias. Esta medida es la primera que se está proyectando en España y cuenta con el respaldo de múltiples entidades de profesionales y usuarios. Entre ellas destaca la Asociación de Consumidores FACUA, que aboga por adoptar medidas sancionadoras que luchen contra la desprotección en la que se encuentran los menores, y que reduzcan la “mercantilización” de la cirugía estética. En opinión de Rubén Sánchez, portavoz de FACUA, “el caso de Andalucía es un gran avance, pero ahora hay que ver si se realizan 17 decretos autonómicos o uno a nivel nacional”.

LA BANALIZACIÓN DE LA CIRUGÍA ESTÉTICA

Recientemente la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC) denunció la postura de ciertas clínicas “poco profesionales” que lanzan ofertas de intervenciones quirúrgicas, banalizando las patologías estéticas. A través de cheques-regalos, bonos, descuentos o tratamientos combinados, estos centros incitan al usuario a operarse por problemas que podrían ser solucionados mediante tratamientos más sencillos. En opinión de Víctor García, Presidente de la SEMCC, es normal que haya publicidad cuando hay un negocio detrás, pero el problema viene cuando “gente con poca ética dirige una publicidad sabiendo que en esos casos no es correcto hacer lo que se está proponiendo hacer”. Se trata además de un fenómeno que afecta más a los jóvenes, ya que “la falta de madurez hace que sean más abiertos a los impulsos, al carecer de la capacidad de discernir”. Para combatir esta frivolización, varios colectivos como El Defensor del Paciente apuestan por la prohibición de los anuncios de cirugía estética en televisión, como ya se ha instaurado en algunas capitales de Europa. Carmen Flores tacha de “publicidad engañosa” a este tipo de anuncios, ya que en ellos “aparecen modelos que no se han operado en su vida, y no señalan los riesgos que entraña una intervención”. La Coordinadora de Usuarios de la Sanidad está de acuerdo con la prohibición. “Cada vez vienen más niñas pidiendo los labios de Angelina Jolie, así como padres que quieren premiar a sus hijas por el fin de carrera o la puesta de largo con una intervención quirúrgica”. Su directora, Carme Sabater, también subraya el peligro de las clínicas de profesionalidad dudosa que “acostumbran a captar clientes a través de publicidad atractiva, a veces engañosa, ofertas y bajos precios, o fácil financiación en colaboración con entidades bancarias con las cuales quedan vinculadas al margen de los resultados”, obligándo al paciente a pagar bajo riesgo de embargo.
Pero la lucha no ha finalizado aún. A la publicidad poco ética se suma la cultura de la imagen y los medios de comunicación, que “a través de programas de famosos, difunden la idea de que lo más normal es operarse” y trasladan a los jóvenes la necesidad creada de tener un cuerpo perfecto. Esta situación genera según el psicólogo Enrique García, una “ presión social” que influye sobre todo a los más vulnerables, los adolescentes. La sociedad se hace “más intolerante con el feo, y este se ve obligado a hacer algo para remediar su problema”. La solución parece encontrarse en la revisión de los estándares sociales, una labor ardua y difícil de abordar.
[Publicado en La Clave, nº 369, del 9 al 15 de mayo de 2008]

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