domingo, 25 de enero de 2009

LA ESPAÑA ORIENTAL

LA COMUNIDAD CHINA EN NUESTRO PAÍS CONSIGUE ESTABILIDAD CON RAPIDEZ, PERO NUNCA DEJA DE LADO SU CULTURA

Cada día es más frecuente encontrarse en cualquier calle o barrio de alguna ciudad española un comercio regentado por ciudadanos chinos. Tiendas de comestibles, restaurantes, o compraventa de material textil son los negocios más habituales de este particular colectivo de inmigrantes, que ya suman la cifra de los 106.652 empadronados en toda España, según datos del INE. Cuando entramos en uno de estos establecimientos, sus dependientes nos reciben con una amplia sonrisa y una o dos palabras balbuceadas en español. Y es que la gran mayoría de los ciudadanos chinos no suele aprender nunca el castellano definitivamente. Tony Xu es el responsable de negocios del área comercial china situada en los bajos de Plaza de España, en Madrid. Bajo su coordinación, funcionan una agencia de viajes, una inmobiliaria, un restaurante y una tienda de comestibles con productos autóctonos de varios países asiáticos. El comerciante habla un castellano fluído, pero asegura que no hay una media establecida a la hora de aprenderlo, y añade que la dificultad del idioma, lleva a muchos a dejarlo pasar si no tienen mucha necesidad de usarlo, o a aprender sólamente las palabras necesarias para llevar su negocio. Lo comprobamos cuando nos acercamos a la calle Mesón de Paredes, en el madrileño barrio de Tirso de Molina, enclave del comercio chino en la capital. El vendedor Hugo Ji lleva tres años regentando la tienda de ropa Panda, y 14 viviendo en España, y nos asegura que aún no ha aprendido a defenderse con el castellano. “No tengo muchos amigos españoles porque no entiendo el idioma”, afirma Ji, quien tras pasar un tiempo en Zaragoza se ha afincado en Madrid, donde ha abierto su negocio y ha formado una familia. La vida de Hugo, al igual que la de la mayoría de los ciudadanos chinos residentes en España, se desarrolla al margen de nuestra cultura. “Veo canales de televisión china y películas chinas”, afirma el comerciante, ya que para ello tiene a su disposición un periódico bimensual, cinco periódicos semanales y cinco canales de televisión china vía satélite. El Mandarín y La Voz China son las más famosas publicaciones orientales editadas en España, las cuales organizan, junto con asociaciones chinas, fiestas y eventos populares destinados exclusivamente a este colectivo. El Año Nuevo o, como ellos lo llaman, la “Fiesta de la Primavera”, es la mayor manifestación de su cultura en España ya que, en opinión de Tony Xu, “conserva las imágenes más tradicionales de la cultura oriental como el dragón y el león, o las exhibiciones de danza y artes marciales en plena calle”. El desfile popular viene acompañado de una celebración íntima en sus hogares, con adornos, platos exquisitos y reuniones multitudinarias.
Suelen ser tres los perfiles más habituales de los ciudadanos chinos que residen en España: la minoría intelectual, hispanistas chinos que acuden a nuestro país para ampliar sus estudios; los turistas, un colectivo en crecimiento debido al incremento de su poder adquisitivo; y la gran mayoría formada por ciudadanos de a pié, cuyo único objetivo es alcanzar un futuro mejor. Estos toman la decisión de trasladarse a Europa porque “aunque los precios son más altos, los salarios también” y en consecuencia, “se vive mejor”. Hugo Ji, asegura que no pierde una oportunidad para viajar a China, ya que allí tiene a sus dos hijas, a las que mandó de vuelta a sus raíces para estudiar, al considerar que allí recibirán una educación más adecuada. A esta férrea defensa de su cultura hay que añadir su marcado carácter endogámico y la intensa vinculación con los lazos familiares de este colectivo, lo que lleva a muchos a considerarlos como miembros de una comunidad infranqueable. No es esta la opinión que ellos muestran hacia sí mismos, ya que como comenta Tony Xu, “se trata de una sociedad muy abierta”. “Durante los más de 7.000 años de historia china, las 56 etnias existentes en el país han convivido aceptando que dinastías como la King o la Tang, que no representaban ni a un tercio de la población, gobernasen todo un Imperio. En China hay muchas razas, pero la cultura es su lazo de unión”, añade el comerciante. De esta manera, el colectivo chino hace todo lo posible para adaptarse a una cultura radicalmente opuesta a la suya. “Su luto es el blanco y la sopa es el último plato de su almuerzo”, comenta María del Carmen Osuna, responsable de organización y gestión de la Asociación de Amigos de la China, evideciando el largo trecho que nos queda por recorrer para acercar estas dos civilizaciones. “De ellos deberíamos aprender su constancia y humildad, además de toda una historia que se plasma nada más ver la complejidad artística de sus caracteres en la escritura”, añade Osuna. Precisamente para dar a conocer de forma recíproca dos perspectivas tan dispares, nació en el año 87 esta asociación pionera, encargada de dar clases de chino por profesores nativos, impartir seminarios, u organizar viajes divulgativos. Un acercamiento que también se plasma en un paulatino proceso de occidentalización por parte de los ciudadanos chinos residentes en España, que en opinión de la coordinadora, se manifiesta a través de su adhesión al consumismo y su creciente gusto por los productos de marca y los momentos de ocio. La comida es otro de los placeres de la cultura mediterránea que los asiáticos comienzan a apreciar, como comenta Ji, que cada día se hace más aficionado al jamón serrano, las aceitunas y el atún. Ni él ni sus compañeros se sienten discriminados,“el racismo no es un problema para nosotros”, coinciden la mayoría, afirmando que los altercados en los que han podido verse involucrados no son más que fenómenos aislados.
Sin embargo, para ellos su futuro no está aquí. La gran mayoría vuelve a su país una vez jubilados, tras haber adquirido una estabilidad económica que les permita envejecer en paz. Sólo un 1’7 por ciento de la colonia se queda; los demás no se van con las manos vacías, vuelven con la dignidad del trabajo bien hecho y el honor de ser enterrados en su tierra de origen.

CLAVES DE LA PROSPERIDAD DE LA COMUNIDAD CHINA

El perfil más común del chino afincado en España es el comerciante, un colectivo cuya mayor voz de representación está formada por la Asociación de Compañías Comerciales Chinas, que aglutina a más de 200 empresas operantes en nuestro país. Esta comunidad suele ser conocida por su prosperidad económica y la facilidad a la hora de adquirir un negocio propio y sacarlo adelante en un corto periodo de tiempo. Según María del Carmen Osuna, esta caractarística viene dada “gracias a la amplia disponibilidad de una comunidad que no tiene reparos a la hora de trabajar las 24 horas del día”. Los estudios de marketing predominan entre los trabajadores chinos de alto nivel social que vienen a España, con el objetivo de incrementar la rentabilidad de sus negocios. Los que vienen sin nada, suelen encontrar rápidamente una salida gracias al comercio de caracter familiar, de reducido tamaño y bajo capital inicial de constitución. Como señala la profesora Débora Betrisey en un estudio del Centro de Información y Documentación Internacional de Barcelona (CIBOB), las relaciones de parentesco son una característica fundamental para el funcionamiento de este tipo de negocios, debido a la organización del trabajo, “que suele coincidir con la familia nuclear de padre-madre, hijos y hermanos, en la que que se destacan elementos individualistas (...) y valores de cohesión familiar”. De esta manera, conceptos que suelen pertenecer al terreno más personal como la autoridad paterna, el patrimonio, o el espíritu de ahorro , se aplican aquí al terreno comercial, adquiriendo como resultado una multiplicación en la rentabilidad. A todo esto hay que añadir un factor más subjetivo: el trato afable y cordial de los comerciantes chinos, que desarrollan su trabajo sin ocasionar problemas con otros grupos sociales, haciéndose rápidamente un hueco en el barrio. Así lo cree Rafael Viñanbres, quien regenta la Carnicería Nietos en el barrio Tirso de Molina de Madrid. Acostumbrado a convivir con grupos inmigrantes, afirma que los chinos son los más agradables, ya que desde que se implantaron en la zona hace diez años “se han dedicado a trabajar y no se meten con nadie”.
[Publicado en La Clave, nº 368, del 2 al 8 de mayo de 2008]

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